6-6 y todos contentos

Muchas cosas pasan a la historia y quedan como grandes hitos que perduran en el recuerdo de todos y cada uno.
Por eso, lo ocurrido este último sábado en Virrey Ceballos y Autopista puede sumarse a esa larga lista de batallas que marcaron la historia. Como en aquella recordada Batalla de Cepeda, o como la nostálgica de San Lorenzo que vió partir al gran Cabral, lo protagonizado por Tiburones y Mojarras, Mojarras y Tiburones, ha quedado grabado en la retina de más de uno. En un partido no apto para cardíacos, en una verdadera guerra, con mucha lealtad y nobleza, ambos equipos disputaron el partido del año.
El destino quiso que las Mojarras cantaran victoria y que la serie esté hoy por hoy empatada en 6. Pero sobre todas las cosas, hay que destacar lo dejado por ambos conjuntos en el terreno de juego.
Y como corolario de esta fraternidad, el día domingo fue testigo de un acto de puro sentimentalismo. Asado de por medio, tanto Mojarras como Tiburones olvidaron sus diferencias para fundirse en una tarde juntos, al lado de la parrilla, de las anécdotas, de los buenos momentos, y sobre todo, una tarde de amigos.
La frutilla de este postre la constituye el presente texto que, escrito por una mojarra, simboliza el clima de buen trato entre ambas parcialidades.
Deportivamente hablando, la serie está empatada.
Humanamente, uno y el otro son sólo dos animales de un mismo y enorme estanque.
Por el buen fútbol, brindo por Mojarras y Tiburones. Y que no decaiga.

Seba. Integrante del equipo mojarra y cronista invitado circunstancialmente para la ocasión.